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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
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HASTA PRONTO, CINE PALAFOX
El mítico cine Palafox cierra sus puertas
después de 55 años en activo


J. G.
(Madrid, España)

El cine Palafox apaga las luces
   
Adiós con el corazón, que con el alma no puedo. Cuando pensábamos que la muerte de los cines había dejado atrás un episodio sombrío de su historia reciente, el fantasma de esta peste cíclica vuelve a planear sobre los cines madrileños. La jubilación anticipada del cine Palafox, con sólo 55 años, no ha perdonado a una de la salas emblemáticas de la capital. Durante más de medio siglo, ha formado parte de su tejido cultural, adoptada como compañera de sonrisas y lágrimas; custodiada por la magia de las películas: primero en celuloide y luego en digital. El Palafox, como se llamaba coloquialmente, ha sido testigo de la historia madrileña, amoldándose al cambio tecnológico con presencia estoica, poniendo buena cara a la crisis del sector. Sin poder evitar la tristeza, como cuando un amigo se va, los proyectores se apagarán con humildad y silencio.
 
Pilar Miró era un acérrima defensora de que para disfrutar el cine hay que hacerlo en pantalla grande y la del Palafox, con sus 200 metros cuadrados, era el mejor ejemplo de que esas palabras tenían sentido. Flanqueada por un órgano ornamental gigantesco, proporcionaban un aspecto solemne a la Sala 1, con más de 850 butacas, propio de un marco inconfundible y confortable. En los años 60 contaba con 1.322 localidades, entre patio de butacas y anfiteatro. Convertida en la segunda más grandes de Madrid, sólo por detrás del Capitol, en vez de competir con la Gran Vía, fue un amigo que despertaba la envidia sana entre las salas, encargadas de mantener vivo el espíritu del cine como fenómeno social y familiar. La reforma de 1995 hizo que se subiera al caballo de la modernidad, aceptando la colonización de los cines multisala. Sus primeras butacas aterciopeladas, otra marca de la casa, acogían al espectador con tacto fino y cálida presencia; su remodelación reciente nos sumergía en la cabina aeronáutica de nuestra propia nave espacial. Aun así, el Palafox siguió conservando un recibimiento familiar.
Situado en el barrio castizo de Chamberí, era el último de los cuatro mosqueteros vivo después de que los cines Fuencarral, Bilbao y Roxy fueran decapitados. Junto al clausurado Café Comercial, actuó como referente de esta arteria cultural, destinada a convertirse en otra calle llena de tiendas. Sus diversas salas han acogido acontecimientos importantes, como el festival de Cine Alemán, Nocturnia, el Ciclo de Cine Argencine, el Día Internacional de la Ópera, mítines políticos. Los pases de prensa tampoco serán lo mismo sin el Palafox.
Desde su primera proyección a principios de los sesenta, con “Barrabás”, de Richard Fleischer y protagonizada por Anthony Quinn, su menú cinematográfico ha ofrecido los estrenos más significativos de la comedia, el drama y el cine de aventuras. Hasta el final, ha mantenido viva la cartelera con “Jackie”, de Pedro Larraín; “Lo que de verdad importa”, dirigida por Paco Arango o “La gran muralla”, interpretda por Matt Damon como títulos más actuales. El ciclo Au Revoir Palafox ha puesto el broche de oro a su programación con “Casablanca”, el clásico de Michael Curtiz. Siempre nos quedará el cine Palafox.
Su cierre abre la caja de la nostalgia en un sociedad tan propensa a los cambios empresariales. Sólo cabe esperar que no muera su entidad cinematográfica al ser adquirida por Yelmo Cine Club, otra firma vinculada al mundo del cine. Ojalá que sólo sea sometido a una operación de cambio estético, troceando su buque insignia, la Sala 1, en pequeñas fragatas con sonido triple sourround, pantalla 360 grados, visibilidad 3D y demás florituras tecnológicas. Esperemos que la comercialidad no se imponga a la calidad y que su nueva piel siga recordando a la grandeza del cine, defendida hasta el último instante como Palafox. En él se ha cantado bajo la lluvia, la memoria nos ha recordado a África, hemos descubierto al primer extraterrestre con corazón humano, presenciamos la incursión de la ingeniería genética en forma de replicante, hemos buscado el arca perdida o encontramos la magia del cine con el pequeño Totó.
Las coincidencias extrañas hacen que baje el telón definitivamente con la ópera La bella durmiente de Tchaikovsky. Hasta siempre, amigo. Recuerda que dormir no es morir.

J. G.


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