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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


EL TRIUNFO DEL CINISMO AUDIOVISUAL
#DiálogosThyssen: David y Fernando Trueba. Un repaso a la cultura de los últimos 25 años


J. G.
(Madrid, España)

#DiálogosThyssen: David y Fernando Trueba
   
Cualquier excusa es buena para hablar de cine, esa parcela de la cultura tan consumida como accidentada. Bajo el pretexto de que el Museo Thyssen cumple 25 años, la pinacoteca acercó el humor y reflexiones de David y Fernando Trueba, dueños de una cercanía popular. La espontaneidad del primero canalizó la fluidez de un diálogo ingenioso y mordaz, mezclando crítica e ironía con la frescura de un guión cinematográfico improvisado. Ingenio que el primero exprimió en una mezcla de Berto Romero y Tamariz. Fernando Trueba fue el contraste que equilibró esta balanza cultural, sólido y comedido, más gustoso por escuchar. Los dos establecieron un diálogo entretenido ente crítica y razón, pasado y presente, la cultura entendida como bien social y la basura cultural; alertando de una especie en extinción.
No hay mejor pretexto para hablar de la cultura española que establecer una valoración temporal basada en los recuerdos. Como quien analiza un cuadro, el Thyssen propuso, a través del diálogo con nombres y apellido conocidos, acercar al público un análisis de estos últimos 25 años. ¿Qué se añora, qué se exige, de qué se acusa a la Cultura? David y Fernando Trueba dialogaron frente a un público deseoso de escuchar sus observaciones, siempre tan oportunas y cáusticas.
 
Este acto abierto al interés general, lejos de los formatos televisivos enlatados, depuró los pulmones culturales con el diálogo ágil entre dos primeras espadas del cine y la cultura no sólo audiovisual. Fernando y David Trueba son pesos pesados que no necesitan presentación. Los premios se agolpan en sendas carreras volcadas al cine. Se miran como si estuvieran en el salón de su casa, sin corsé, participando de una charla amigable y divertida. Las opiniones sobre la cultura española de antes y ahora desfilaron con traje carnavalesco entre frases llenas de ironía y un lenguaje tan accesible como sincero: desde una envidia sana a Marta Sánchez por “haber cantado a las tropas españolas en el Golfo” hasta el recuerdo a la televisión que se hacía durante el franquismo, mejor que la de ahora.
Hace veinticinco años era más difícil rodar porque no existían subvenciones estatales y quien se lanzaba a esa aventura se zambullía en un agujero negro sin salida. A pesar de los inconvenientes con que se topaba la financiación, Fernando Trueba defendió que las cosas van siempre a mejor en un avance doloroso. No recordó el año 1992 como paradigma de la bonanza que se pronosticaba en cada esquina informativa e institucional. Las anécdotas sobre el rodaje de “Belle Époque” componían un cuento surrealista. Después de cancelar cuatro veces la película, y ante la falta de dinero, tuvo que emigrar con su equipo a Portugal ya que los costes eran más baratos. David Trueba resumió los inconvenientes encontrados en su rodaje con un “Peleamos para no hacerla”, revestido de la ironía acertada que le resulta tan cómoda, espejo del Woody Allen español.
Llegaron los JJ.OO., el AVE, la Expo y David Trueba recuerda el 92 porque fue entonces cuando vendió su primer guión, “Amo tu cama rica” (1991). La ausencia de ayudas a la primera película, la inexistencia de derechos de antena y el funcionamiento de una sola televisión también dificultaban la intención de hacer cine.

En un ambiente relajado, las anécdotas y reflexiones de los hermanos Trueba acercaron el lado humano del cineasta entendido como figura mediática. A Fernando le dan pena los directores que llegan a Hollywood, convertido en Meca del Séptimo Arte, para caer rendidos ante el oropel de su industria mastodóntica.
Truffau decía que “hay dos clases de directores: los que tienen en cuenta al público cuando piensan y realizan sus películas y los que prescinden de él. Para los primeros, el cine es un arte del espectáculo; para los segundos una aventura individual”. El cine norteamericano ha sustituido la palabra mecenas por la de sponsor, mercantilizando el arte visual. El cine ha salido perjudicado en un camino asfaltado cada vez más intensamente por el dinero, denostando al arte. Hoy es casi imposible separar ambos conceptos. Existe un divorcio muy grande entre el cine y las personas, teniendo más éxito el artista oscuro que otro buscando conectar con su público. Aunque se abogue por el autor conceptual, el arte comercial se encuentra por encima de este arte abstracto. Vivimos dentro de una sociedad basada en el espectáculo que anula el raciocinio. De la filosofía del ágora se pasa a otra cerrada, empeñada en hermetizar el razonamiento humano, desintegrándose la comunicación. “El arte que no está relacionado con la realidad no es arte dentro de una sociedad.”

El cine actual nace por encargo ya que el dinero manda el mercado, o se muere en las salas minoritarias de arte y ensayo. La industria cinematográfica española no se defiende, comparada con la francesa o estadounidense. ¿Alguien se imagina a un autor hispano escribiendo un guión ambientado en Wisconsin?, a pesar de contar con la cercanía de un decorado tan natural como el desierto de Tabernas, visitado por Sergio Leone y Clint Eastwood.
En España resulta difícil hacer un cine de espaldas al mercado ya que las potencias económicas se revelan contra la industria cultural, mirando mal al cine de vanguardia porque no produce beneficios. Cuando las películas se rigen por los resultados de taquilla, su esencia se convierte en un producto de usar y tirar. Consumo puro y duro que pasa del cine artístico al cine economicista. La llegada de las televisiones privadas a España, en el 91, se lanza a la mediatización de la sociedad. El nuevo monstruo, aupado por el poder político, se convierte en dueño industrial y espiritual del pueblo. Nadie como Rajoy ha ninguneado a nuestro cine con sus perlas discursivas en un ejercicio de casting improvisado: “No he visto ninguna película de las nominadas a los Goya, no voy al cine”.

La parrilla televisiva, alejada del criterio que motiva a los programadores sensibles, está monopolizada por ejecutivos acólitos de otro Goebbels, convertido en Gran Hermano. Los personajes piltrafa pueblan las televisiones; el periodismo audiovisual se hunde; la imagen trasplantada a Internet sucumbe a la dictadura de Google. Tarantino se convierte en el Midas de la sangre como gancho argumental, aupado por carcajadas de retorcida comprensión. David y Fernando Trueba propusieron una huida de la televisión mediática, que busca el interés por cultivar la incultura de la gente, hacia otra más alternativa. Ambos se sintieron cómodos en el papel de personajes identificados con una época dura y apasionante: sus comienzos como cineastas enamorados del oficio. ¿Qué sucedería si, en una coalición intergaláctica contra el fin del cine nacional, Almodóvar se uniera a Torrente? Quizás sepamos la respuesta en unos años, meses o... todo es cuestión de tiempo.

J. G.


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