¿Qué pretenden los descendientes de la familia Cousteau con
Las maravillas del mar? Es la pregunta que todos debemos plantearnos después de ver este documental tan decimonónico como tecnológicamente avanzado. Sin duda que sus protagonistas andan sobrados de ganas a la hora de mostrar las bellezas marinas pero la falta de garra hace de este embelese visual a medias un documento tan deslumbrante como fallido. A modo de excursión familiar, y exótica, Jean-Michel Cousteau y sus hijos Celine y Fabien viajan desde las Islas Fiji hasta las Bahamas, Nassau y California acompañados por la persecución de una voz exasperante que responde al nombre de
Arnold Schwarzenegger. La riqueza biológica innegable se ahoga en las profundidades de un testimonio rudimentario que se lanza al agua sin saber nadar. Y el Míster Universo austriaco contribuye, en gran medida, a un naufragio tan histórico que, seguramente, pasará desapercibido por los cines nacionales. Este viaje de pijos ecologistas se aleja del compromiso medioambiental, haciendo un flaco favor al apellido Cousteau.