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EL TITÁN DE BARRO
Película "Rodin"


J. G.
(Madrid, España)

Rodin
Ficha Técnica Video Entrevista director Entrevista diseñadora producción
Primero, fue la piedra; luego, el hierro; más tarde: el barro. Rodin cambió el orden de la Naturaleza y puso a la arcilla en el primer lugar de la creación. Así fue como su obra comenzó a tomar forma y personalidad. El genio parisino despertó una etapa creativa incendiada por el fuego amoroso que, en vez de derretir, solidificó su talento artístico. Vincent Lindon da vida a un personaje dueño de ingenio por toneladas dentro de un ambiente apasionado y torturado. Se convirtió en enfermizo cuando la relación amorosa entre Camille Claudel y Rodin pierde la magia impulsiva de los primeros escarceos, eclipsados por la competitividad profesional de ella.
 
El escultor Rodin (Vicent Lindon) junto a Camile Claudel (Izïa Higelin)  
Rodin en su taller-estudio con sus pupilos
Rodin es la necesidad de alcanzar el espacio artístico echando un pulso a la creatividad y a la paciencia en la senda hacia el reconocimiento estético. Auguste Rodin comenzó esta carrera, igual que la película de Jacques Doillon, con su primer encargo formal: esculpir La puerta del Infierno, basada en la Divina Comedia de Dante. Desde este comienzo, se encerró en un mundo innovador alejado del resto de la realidad artística. Su capacidad productiva fue la de un genio que supera cualquier expectativa terrenal. Rodin interpreta el Arte como una pasión superior mientras desestima el trabajo de encargo obligado a embellecer las líneas de la figura humana, escondiendo defectos y ensalzando atributos inexistentes. Rodin, en este proceso de tranquilidad angustiosa, ingnoró las recomendaciones de sus clientes, limitándose a plasmar lo que sus ojos y concepción artísticas veían en la figura humana. La lucha por alcanzar la belleza suprema se compagina con el romance tórrido junto a Camille para desencadenar en un precipicio resbaladizo. Deseosa por entrar en el mundo de Rodin, se lanza a la búsqueda de la proximidad con el escultor. Llega a ser lucero y motivo de inspiración, el centro pasional de un hombre egoísta, inseguro, virilmente hambriento que, en su necesidad innovadora, rompe cánones mutilando sus creaciones en una imitación al clasicismo griego. Sustituye las líneas apolínea de esta relación irrecuperable, que sólo le proporciona heridas, por su largo idilio con Rose Beuret.
Rodin se enfrenta a las formas apolíneas del cuerpo femenino  
La esposa de Rodin: Rose Beuret (Séverine Caneele)
Su fijación por la sexualidad del cuerpo humano modelado en barro, la necesidad del contacto con el carboncillo mientras el artista, sin poder apartar la mirada de la modelo, da rienda suelta a su imaginación en un ejercicio de dibujo ciego, sin atender a la dirección del trazo sino dejándose llevar por la inspiración. Rodin también es el romance con una esposa entrada en carnes. Rodin fue un escultor avanzado a su tiempo, un hombre del Renacimiento y un tipo torturado por una inseguridad que le impidió disfrutar de su obra, puesta en tela de juicio por él mismo.
El ritmo que Jacques Doillon esculpe en los fotogramas con una lentitud cerámica, la pulsión de las palabras y la tristeza de una mirada ensimismada por la obra que nunca llega agota desde el principio. Esta ralentización lacerante se llena de grandilocuencia pasiva que no puede esconder la elegancia de la forma en el modelaje del arte. El trabajo de Vincent Lindon se refugia en la contención insatisfecha y la sensualidad carnal de esculturas como El beso, Los burgueses de Calais o un premonitorio El adiós.
Rodin concentrado en su obra: el modelaje del barro  
En el estudio del escultor Auguste Rodin

Esa lentitud con que los planos se suceden en Rodin, antes mencionada, actúa como apisonadora imparable con su fuerza de gigante individualista. Es el autodidacta, el genio que aprende mirando las nubes, el olor del viento y el aroma de la brisa para esculpir posiciones con gestualidad de opereta, tan provocativa como erótica. Se puede debatir sobre el sentido de la vida entre la duda y la inseguridad, no así a cerca de la potencia de su obra musculada y ondulante.

J. G.


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