El miedo y escalofrío han ocupado una mansión con aspecto de casa de chocolate y aroma de brujería cómica. En el interior se mueve un universo vigilado por el vaivén pendular que respira a través de un tictac siniestro convertido en familiar. Sus inquilinos participan del secreto y la búsqueda, los objetos toman vida alegrados por un sillón juguetón y tierno con sicosis perruna. Los personajes alterados crean otra
Noche en el museo caótica. Jack Black, maduro y huidizo de los chistes fáciles, aparece en un nuevo registro con kimono, bata de boxeo, lleno de excentricidades, sin melenas tipo
Escuela de Rock;
Cate Blanchett se vuelve enigmática, más compleja aunque menos protagónica; Owen Vaccaro, influenciado por los héroes de tebeo y
Steven Spielberg, dibuja una naturalidad adulta que no renuncia a su juventud. La mezcla de Harry Potter y Cazafantasmas alumbra ingenio propio y diversión intrigante. No falta la presencia del
Necronomicon, los cementerios nocturnos, la vecina quisquillosa que aloja una sorpresa bien escondida o los muertos en busca del pasado. La curiosidad se convierte en estrella de una incógnita aventurera. El efectismo visual juega con el tiempo entre garras barrocas.
La magia hace del misterio la piedra angular de su narración salteando gotas de humor con el sabor proporcionado por personajes atractivos y paisajes cómodos: el chico nuevo en busca de amigos, el ambiente colegial, los sonidos a medianoche, las puertas cerradas, un tío desquiciado por un tesoro escurridizo.