El drama de Miguel Ángel Vivas se aguanta con los puños cerrados, embargado por la frialdad de Jaime. La vida de un médico acostumbrado a lidiar con la sangre se tiñe de rojo traumático. Siente desgajarse tras una estocada de samurái mientras se diluye entre la confusión más desordenada. El caos de este sanitario, en la vivencia particular del dolor, busca al responsable de una paliza soberana descargada en su hijo. La bestia, amparada por la corrección social, persigue a otra bestia, refugiada entre la impulsividad juvenil. Jaime en ningún momento manifiesta el aturdimiento previsible de manera dramática ni desproporcionada sino que, poco a poco, su rabia crece internamente con frialdad envuelta en formol.
La inseguridad de
Tu hijo se propaga como un germen portador de represalia convertida en hambre justiciero mientras Marcos (
Pol Monen) levita entubado y magullado. Encarga a otro el trabajo sucio que maquinan sus heridas internas; es ahora cuando se agarra al
favor por favor antes minimizado; no quiere mancharse las manos de sangre. El ciudadano pacífico muestra su violencia sufriendo el calvario emocional del cobarde.