La atmósfera cinéfila decora el torrente creativo de Luciano, pegado al recuerdo de Mastroniani y el cartel de
Blow-Up. El director disfruta mostrando referencias al séptimo arte en sus facetas de ambiente policiaco y enredo cómico. Es un tributo a esa máquina de escribir que no para de hablar, al trabajo creador y adaptador del guionista que se deja explotar mientras beneficie su carrera. La savia de Antonio, Luciano y Eugenia enternece las escenas, choca contra el cinismo de Leandro Saponaro, un productor con amaneramiento a lo
Berlusconi, y la diplomacia naturalista de Fulvio. Gianfranco es el secundario pintoresco que cambió el mono de especialista en recibir golpes para convertirse en chófer y hombre-escoba de Saponaro. El escenario se completa con una muñeca de plástico soñando emular a
Marilyn Monroe, Giusy; una esposa que ama a su marido desde la distancia. La fantasía se convierte en creación. Virzí atrae las esperanzas y los abusos que alimentan esta mundo con humor.
Las intenciones detectivescas de
Noches mágicas respiran cine, literatura, ilusiones, el inicio, los sueños y el hastío de una mocedad. Los encuentros y enfrentamientos se conducen sin aburrimiento. El ritmo lo impone la apertura de historias encadenadas a partir de una locomotora inicial.