El poder funciona como tegumento posesivo destinado a satisfacer los placeres del deseo carnal masculino. La trata de mujeres busca mantener fiel el espíritu de la casa adaptado a los tiempos modernos. El empoderamiento de Bernarda actúa como empresaria del sexo que comercia con cuerpos y sentimientos. Sus palabras impactan más por el contexto que por su significado adaptándose al presente con mesiamismo proteccionista. El menosprecio hacia la mujer, tan activo, toma un cariz político que se acerca peligrosamente a la línea que separa el suceso noticioso con la denuncia moral. Junto a Bernarda (
Assumpta Serna), esta prisión de mujeres está habitada por una Josefa enajenada (Victoria Abril), Pepe el Romano que Will Shephard convierte en la cara novedosa del reparto y el torrente constate de Poncia con el que Miriam Díaz-Aroca sorprende de manera sobresaliente. Su segundo plano dominante acapara la pantalla con fuerza dramática en un registro desconocido hasta ahora de la actriz televisiva.