La esperanza recibe el mazazo de la intolerancia religiosa sobre la mujer frente el hombre. Haifaa Al-Mansour critica la base moral de una religión que controla lo social. El entorno profesional subestima lo femenil mientras el paciente octogenario no quiere ser atendido por una doctora. Su capacidad de gestión se ofrece a la sociedad sin ambición política ante la ineptitud administrativa. El eje de esta movilización es una metáfora del trasfondo saudí donde todavía existen muchos caminos sin pavimentar. El espíritu de servicio público, que puede interpretarse como empoderamiento femenino, es un síntoma de vocación social; ruptura con el tradicionalismo cultural; una oportunidad.
Las escenas describen con sencillez el paisaje de un cine comprometido y alegre capaz de hacer pensar, divertir. La columna vertebral de una fábula realista lucha por mantenerse erguida.
Las ilusiones y desilusiones se encadenan hasta que la resignación encuentra recompensa en lo inesperado. Tradición y modernidad se miran a la cara sin que el
nicab impida el emprendimiento. El humor crítico no esconde el drama pero tampoco lo magnifica. La ilusión choca contra el muro del continuismo dogmático mientras éste se aprovecha de su posición.