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INVITACIÓN PARA DORMIR EN EL OLVIDO
Película En guerra con mi abuelo


J. G.
(Madrid, España)

En guerra con mi abuelo
Ficha Técnica Video    
Robert De Niro conserva vivo el recuerdo de Taxi Driver. Nadie duda de sus cualidades como actor a los 77 años, y 57 de carrera, aunque la vejez ha pasado factura sin necesidad de recurrir al maquillaje. Quizás se ha dado cuenta de que es más importante pagar las facturas que escuchar al corazón y que eso de perseguir un sueño le viene pequeño. En guerra con mi abuelo es una oportunidad golosa para recibir dinero haciendo el tonto en vez de migajas insultantes. Los reflejos sustituyen rapidez por experiencia. Al actor no le tiemblan las piernas a pesar de la edad y las mojigaterías que presumen de tener corazón humorístico. El icono cinematográfico se postra ante la temática blandengue para demostrar que él, además de tipo duro en El irlandés, con Scorsese al mando, sabe hacer de yayo inocente que entra en conflicto con su nieto por un pedazo de casa donde es recibido con sensaciones enfrentadas. Se presenta como un Rambo hogareño para quien la mala leche, una vez cabreada, juega las tretas del diablo que sabe más por viejo que por demonio. Tim Hill le convierte en otro muñeco para su estantería de director infantil donde reposan Garfield, Alvin y las ardillas, el conejo de Hop, alguna gata gruñona o Bob Esponja.
 
Ed (Robert De Niro) junto a su nieto Peter (Oakes Fegley) en un momento tranquilo de la película  
Sally (Uma Thurman) y Arthur (Rob Riggle)

Los hijos que huían de la vigilancia paterna ante amistades peligrosas han cogido el testigo de la responsabilidad. El abuelo acata el proteccionismo de un cuidador físico o pulsador por control remoto mientras vive con el enemigo en casa. El abuelo que hasta ahora era bienvenido en forma de regalo luminoso se transforma en intromisión. Su llegada tensa las cuerdas de una guerrilla urbana dentro del techo familiar como campo de batalla. La comedia inocente aparece como el patito feo que espera tembloroso el despachurramiento por parte de la crítica seria. El guion superficial carece de diálogos interesantes y divertidos. La concatenación de situaciones insulsas incrementa el grado de estupidez que justifica un título demasiado visual. Lo bueno y lo malo gira en torno a las catástrofes caseras. El ambiente conocido busca su salvación con el recuerdo a la rutina prenavideña. La comprensión generacional queda sepultada bajo las arenas del gamberrismo más desconsiderado. Esta obra menor se ha concebido para quienes opten por perder el tiempo sin sentirse culpables.

Ambiente doméstico en la familia nueva  
Jerry (Christopher Walken) y Danny (Cheech Marin) en plan adolescente matón

La faceta doméstica no es desconocida en el actor que exploró con furor comercial durante Los padres de ella y sus secuelas. El grabado de haber pertenecido al ejército es otro reclamo que su personaje no abandona; lo utiliza en defensa contra su nieto con reiteración cansina.
La sucesión de arquetipos como el sistema de vida americano no quiere perder protagonismo. También se encuentra la madre vigilante de que su hija no conquiste a un novio descuidado, encontronazos en la ducha con nudismo lógico frente al yerno horrorizado, los ataques de histeria entre Uma Thurman y el policía coincidiendo de manera sospechosa en el mismo semáforo. La actriz bostoniana a quien la cirugía, o algo más, le ha trastocado el semblante natural activa el recuerdo breve de Pulp Fiction, Gattaca o La casa de Jack, a las órdenes de Lars von Trier. Ni Christopher Walken, Cheech Marin ni Jane Seymour colorean la pelea generacional como compañeros de fechorías y senectud cachonda.
Las coyunturas preparadas para la sonrisa fácil embadurnan una película torpe. Este remedo tan absurdo como ligero cuenta con un público adulto fiel a quien no le importa perder el tiempo ni el dinero mientras su nieto o sobrino dejen de molestar una hora y media. Jamás una Navidad ha resultado tan falsa e innecesaria. ¡Ho, ho, ho, qué chapuza!, diría Papá Noel.

J. G.


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