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LA CONTINUIDAD DE UNA MARCA SUPERFICIAL
Película Minions: El origen de Gru


J. G.
(Madrid, España)

Minions: El origen de Gru
Ficha Técnica Video    
Algo falla en la idea cuando una película se vende a través de otra. La revitalización del fenómeno minion plantea una pregunta: ¿Me habré confundido a una versión de Indiana Jones caricaturizada? Todo apunta a que la dirección de Minions: El origen de Gru, con Kyle Balda como repetidor, se ha basado en el personaje de Steven Spielberg, con aspecto de abuelete jipi y sin el látigo que identifica a Harrison Ford. Hubo un tiempo en el que el cine de animación recibió con los brazos abiertos la llegada de unos bichitos familiares. Estos hombrecillos, que con su lenguaje ininteligible revolucionaron el protagonismo de la inocencia, ganaron los corazones con cercanía graciosa como espejo de fechorías reconocibles. Su humanidad balbuceante y patosa ha mutado en entrega comercial repetitiva. El fascículo nuevo de una saga interminable no ofrece aspectos desconocidos de figuras familiares. Su capacidad limitada para sorprender sabe cultivar la torpeza de humanidad robotizada. Considerarles graciosos es quedarse en la definición inconclusa si no se acompaña a su apellido principal: patéticos. El regreso de estos supositorios andantes se ancla en la imagen reconocible que cultiva su virtud tontorrona, obligada a hacer reír con meteduras de pata cercanas a lo humano. La tropa dirigida por Kevin, Stuart, Bob y Otto, un minion que busca la aceptación del grupo, es inconcebible sin la presencia de Gru, el villano con cara y maldad infantiles. La figura que pretende labrarse es más dulce que malvada dentro de sus intenciones perversas. Quiere ser un adulto oscuro antes de tiempo con más corazón que cabeza.
 
Gru ante los miembros de su banda favorita, 'Los salvajes seis'  
El villano Gru junto a los minions

La trama retrocede a la época de bandas y el peinado afro, reividincativo de la libertad californiana de 1970. La idea de empoderamiento femenino viste pantalones de campana recordando momentos de libertad sexual que el público al que el largometraje va dirigido no ha vivido. Los tópicos inundan la pantalla: desde la cabecilla que da vida a una juventud rebelde, el amante de jazz silencioso que esconde algo tras su hermetismo, la casa de discos como tapadera del clan, una maestra del kung-fu convertida en acupuntora pacifista hasta el bellaco que termina reivindicando el valor de la tribu. Minions: El origen de Gru es una chapuza argumental, refinada por la tecnología, que embrutece el cerebro. La maldad pretende convencer a los más jóvenes con su sosería. El vocabulario onomatopéyico del minion resulta cansino.
El homenaje al cine de los créditos finales recuerda a Rocky Balboa en su película inicial. La música es la gran favorecida con referencias visuales a KISS, algún comentario sobre la lengua de los Rolling Stones, inmortalizada por John Pasche en Sticky Fingers, y una banda sonora apetecible, con sabor a años setenta y clasicismo rapero. Earth, Wind & Fire, Lipps Inc, Kool & The Gang o Steve Miller Band acompañan a Beastie Boys o RZA. El doblaje necesario para el público al que va dirigido es desacertado. La franquicia que se vende por el título es aburrida y olvidadiza, vive de las expectativas con resultados acartonados. Su nombre, dirigido a la estrategia de mercado, inundará los paquetes de dulces cargados de azúcar, con más efecto sobre la caries que la satisfacción del consumidor.

J. G.


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