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LOS ZIPI Y ZAPE INFERNALES
Película Tin & Tina


J. G.
(Madrid, España)

Tin & Tina
Ficha Técnica Video    
La pérdida de la fe mueve un largometraje que quiere apuntar al terror religioso como arma impulsora de balas quemando como clavos sagrados. El contexto cronológico es crucial para situar una narración audiovisual con lectura social y piadosa. En los años ochenta del siglo XX, el matrimonio era visto como la consumación de la unidad ente el hombre y la mujer todavía no identificados con la pluralidad sexual. El desposorio entre Lola y Adolfo desencadena calamidades marcadas por el mal de ojo ginecológico que impide traer descendencia al mundo. Esta boda manchada de sangre nada tiene que ver con las de Federico García Lorca y se acerca mucho a la figura femenina entendida como objeto procreador. El asunto comienza con lo que parece el final para cónyuges marcados por el castigo divino. Un convento alejado de la mano de Dios se encarga de aplacar su decepción. Qué mejor manera de ocupar el lugar vacío de la crianza imposibilitada por una incapacidad femenina de tener hijos (ahí queda la rémora moral) que entregarse a la búsqueda de niños abandonados a su suerte en una institución regentada por monjas con un carácter humano dudoso. Personas que, cercanas al Arbeit macht frei de Auschwitz, tienen en la frase 'la letra con sangre entra' la seña de identidad.
Tin & Tina es un ejemplo del pánico que la desesperación por no ver culminados los deseos de una preñez biológica provoca, el ansia poco expresada de un padre seudotolerante por encontrar descendencia para su apellido. La estampa religiosa encargada de colocar el paquete a los recién casados es Teresa Rabal, siempre siniestra, inculcadora de principios basados más en escrituras interpretativas que en buenas costumbres. Su sonrisa es el doctor Jekyll de un radicalismo apadrinado por el señor Hyde. Este papel corto pero decisivo es intenso en palabras y gestos. Ella es lo mejor de lo peor antes que Tin y Tina.
 
Lola (Milena Smit) y sus hijos futuros: Tin (Carlos González Morollón) y su hermana Tina (Anastasia Russo)  
Sor Asunción (Teresa Rabal)

La figura de la responsabilidad no biológica dentro de la unión heterosexual descubre rostros céreos que esconden maldad. Son tan rubios que dan risa, pálidos por un exceso de maquillaje que contribuyen a la blancura de una tez monótona. Su presencia fantasmal sobreactúa en las intenciones malvadas ejecutadas mientras todos duermen, se enfunda en máscaras que recuerdan a La purga y su secuela. A eso se le llama cobardía. La imposición de hábitos creyentes llevados al fanatismo es el tatuaje que utilizan para marcar un territorio que conquistan sin atacar violentamente. Las actuaciones encorsetadas, diálogos fríos y matemáticos de los niños como bustos parlantes, sus actuaciones robóticas marcadas por el tictac de un reloj satánico que detiene el tiempo provocan un cortocircuito escénico, una imagen de cartón piedra, un conato de chispa sobrecogedora. Estos portavoces de la intolerancia son producto de una educación pervertida por el fanatismo practicante que encuentra en la crisis de pareja el lugar apropiado para extender sus dominios. Su inoperancia se mantiene firme al paso de escenas cansinas protagonizadas por críos malditos que no auguran nada bueno. Dentro de esta inestabilidad, Lola tira del carro familiar como madre y mujer asustada ante los actos inquietantes de unos hijos cuyas travesuras no son aptas para menores de dieciocho años. El personaje materno lleva el peso doméstico mientras es ninguneada por un marido a quien la comodidad marital ha convertido en calzonazos. Las tragaderas de una madre incomprendida levantan su aguante ante un maltrato doméstico que cuestiona una fidelidad de sacristía.

Lola (Milena Smit) junto a su marido, Adolfo (Jaime Lorente)  
Los juegos macabros forman parte de un mundo tenebroso

Tin & Tina baila a ritmo ochentero no sólo musical: respira gracias a la parte lúdica con Naranjito y la calabaza Ruperta, el lado oscuro de Narciso Ibáñez Serrador asoma con el recuerdo de historias para no dormir a través de la televisión estatal vigente, pone rostros a la política de entonces con Felipe González y Antonio Tejero. La banda sonora, iniciada por la Marcha Nupcial de Haendel, es un bucle que pauta la presencia de coros trillados. Poco queda por decir sobre un guion que se quiebra con facilidad, como madera quemada, mientras el embarazo imposible se ha hecho milagro gracias a una semilla del diablo que crece por la gracia de Dios y el Espíritu Santo.

J. G.


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