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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


ALCOHOL Y SOLEDAD FORMAN UNA PAREJA INSEPARABLE
Película Fallen Leaves


J. G.
(Madrid, España)

Fallen Leaves
Ficha Técnica Video    
El cine de Aki Kaurismäki es difícil de recomendar pero, al mismo tiempo, sería un error no reconocer su valor. Es peculiar, propio, capaz de crear diálogos a golpe de silencios expresivos. El interés en los microcosmos individuales le hace universal. El realizador finés actualiza el carácter trillado de la palabra globalización, acercándose al alma del sujeto con la radiografía privilegiada de lo cotidiano a través de la exactitud, la causticidad y la sensibilidad. No inventa nada en Fallen Leaves sino que la relación entre Ansa y Holappa se llena de sentimiento donde todo es frío y robótico. La calma actoral, a veces rozando la decepción, se antepone a la precipitación y lo reiterativo. Sólo puede achacarse cierta previsibilidad en frases de repertorio que acaban convirtiéndose en sentencias humorísticas perfectas gracias a su sencillez y a la sensación de soledad asentada. Los personajes se comportan como máquinas dentro de una sociedad diseñada para funcionar sin fallos. Forman parte de un engranaje que terminan por retar. Como resultado, este decide expulsarles del círculo por una rebeldía callada que no desaprovecha el momento para criticar sus defectos. El trabajo explotador, los horarios a destajo o la defensa de una privacidad castigada son bandera de resistencia dentro de una fábula romántica que defiende su hieratismo comportamental.
 
Holappa (Jussi Vatanen) y Raunio(Martti Suosalo) unidos por el mismo sentimiento de frustración sentimental  
Ansa (Alma Pöysti) flanqueada por dos compañeras de trabajo: Tonja (Alina Tomnikov), a la izquierda, y Liisa (Nuppu Koivu), a la derecha

El sistema económico no proporciona la felicidad, buscada en campos donde la precariedad laboral y el alcoholismo se consuelan individualmente. Su entendimiento está lleno de ironía sin que los giros argumentales dirijan una batuta que se conduce en piloto automático. La naturalidad convierte lo surrealista en dulce, el encuentro en continuidad. Los paseos de Ansa y Holappa maduran con un cierre póstumo a lo Chaplin. El anhelo de amor y la esperanza esconden ilusión cuando ella compra un plato y unos cubiertos para recibir a su enamorado a cenar. La reducción de las palabras acentúa las señales marcadas por cadencias robóticas. Las escenas no emocionan gracias al impacto que acelera el corazón sino por lo que no dicen. El efecto balsámico se funde con un intimismo elegante y puro. Las imágenes conquistan por la sencillez y cercanía que Kaurismäki condensa, unidas a la complicidad con su director de fotografía, Timo Salminen, con el que empezó a colaborar en 1981. Pueden hacer pensar en un guion poco trabajado pero se produce lo contrario. La elaboración de cada fotograma es perfecta, cuantificada hasta el último reflejo luminoso, donde los momentos oscuros tienen su brillo. Monta su andamiaje a través de la neutralidad estética. Tampoco desprecia los géneros, acercándose a la comedia, el drama y el romance. La tragedia radiada de la guerra en Ucrania es otra conexión con el exterior que irrita con impotencia.

Miradas de cine  
Ansa y Holappa son dos almas solitarias que buscan compañía

La gran pantalla afianza una relación a través del costumbrismo adolescente que sustituye el brazo masculino sobre el hombro femenino por la mirada hacia una mujer que devora la pantalla fijamente, de nuevo como un robot. El momento está adornado por un homenaje explícito al séptimo arte a través de los zombies de Jim Jarmush en Los muertos no mueren, escenas del Dr. Fu Manchú, comparar la primera con Jean-Luc Godard o el cartel pegado a la salida de la proyección de Pierrot el loco. El cine está por todas partes, respira como una hoja más que lentamente resbala con cadencia otoñal y urbana.
El entendimiento sin estallido romántico ayuda a controlar una adicción etílica malsana. Los protagonistas de Aki Kaurismäki se nutren de la marginalidad que sabe exprimir. Su manera de rodar le consolida como un director al margen de cualquier moda. Atemporal. La reputación que se ha creado como retratista de borrachos, violentos, solitarios, incomprendidos y explotados sociales es incuestionable.

J. G.


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