.. O al menos eso pretendió. Donald Trump se fue de la Casa Blanca, Joe Biden entró en ella. Esto ocurrió exactamente hace un año, cuando el mundo, con Estados Unidos al frente, dejó atrás una época cargada de pesimismo y prepotencia presidencial. Sí, el tiempo ha hecho su trabajo desde que el gran inquilino de Washington (lo mismo que decir el casero del mundo) se instaló en el domicilio nuevo. Lo hizo como les gusta a los norteamericanos: entre muchos fuegos artificiales, pomposidad y música como símbolo ilusionante. Las canciones colorearon de euforia un planeta hundido por una apisonadora política que no vaciló a la hora de manipularlas en su campaña electoral. En 2016, We are the Champions, perteneciente a Queen, se utilizó como sonido de fondo. En agosto de 2020, exhibió, sin derechos de autor, un vídeo con otro éxito de la banda británica, We Will Rock You, como sintonía ambiental en el escenario de la Convención Nacional Republicana. En 2017, tras la elección de Trump como cuadragésimo quinto presidente norteamericano, una oleada de artistas estimuló la canción protesta gracias a su producción comprometida. El veto al político polémico fue desde los Rolling Stones hasta Adele, pasando por Aerosmith. Temas como Land of the Free, marcado por el hiphop de Joey Bada$$, el rock de Frank Turner en The Sand In The Gears o Green Day con Troubled Times se convirtieron en banderas del rechazo al trumpismo. No hay bien que por mal no venga. Se abrieron grietas en el mundo discográfico al difundirse, días antes de que Biden jurara su presidencia, la separación de los Backstreet Boys por el apoyo al expresidente. La red social por excelencia, Twitter, sirvió de altavoz para difundir la diferencia ideológica existente entre Brian Littrell y Kevin Richardson.
La caricia del manto liberal y la llegada de Joe Biden se festejaron con una mezcla de explosión sonora y visual (todo muy americano). Celebrating Day fue un momento para recordar. Un acontecimiento que, más allá de pasar al recuerdo histórico y sonoro, revaloriza su poso sin dejar que el entusiasmo pasado ahogara al optimismo presente. Su remembranza tiende otra alfombra roja recordando un acto de espíritu melódico. El momento abrazó al patriotismo norteamericano con pirotecnia, percusiones y voces que cantaron a la libertad. Aquella noche, cercada por el frío y la COVID-19, Tom Hanks fue un hombre de negro con atuendo funerario y algo morboso. No actuó como protagonista de otro Puente de los espías sino como albañil en El puente de la concordia. La música comenzó a sonar ininterrumpidamente con un guiño a la industria cinematográfica. Un pentagrama mezcló todos los géneros con elasticidad polifónica. Bruce Springsteen empezó la velada desde el Monumento a Lincoln. El Boss interpretó Land of Hope and Dreams (Tierra de esperanza y sueños) a unos metros del Capitolio, asaltado hacía unas semanas por partidarios de Trump. Jon Bon Jovi se unió, desde Miami, a través de una retransmisión con Here Comes the Sun (Aquí viene el sol); John Legend se ocupó de Feeling Good (Sentirse Bien); Justin Timberlake abordó Better Days (Días Mejores); Foo Fighters ofrecieron Times Like These (Momentos como estos) y Katy Perry cantó Firework (Fuegos Artificiales). El lado latino no se perdió la fiesta con Jennifer López entonando This Land Is Your Land y America the Beautiful; Demi Lovato rescató, desde Los Ángeles, Lovely Day, de Bill Withers. El reguetón de Luis Fonsi apareció con Despacito; Ozuna estuvo presente en Taki Taki. Los títulos escogidos miraron al futuro sonriendo con júbilo. Los límites terrestres de esta gala se rompieron cuando los astronautas de la Estación Espacial Internacional tuvieron su momento de gloria. La unidad creada rompió fronteras bajo el fin común de alentar a un mundo desfigurado por Donald Trump y sus cuatro años de desgobierno. La situación global no está mejor pero este recuerdo ayuda a confortar las penas.
