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EL INFLUJO DE UNA MADRE SOBREPROTECTORA
Película "Promesa al amanecer"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Entrevista director |
Entrevista actor |
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Se dice que el amor de una madre hacia su hijo es puro y bienintencionado pero si se convierte en la proyección de anhelos que no tienen en cuenta la opinión del vástago, se vuelve tóxico. Cuando ese exceso protector cae en lo obsesivo adquiere la forma de una pesadilla eterna. Nina Kacew ( Charlotte Gainsbourg) es el cariño avasallador metido en su papel de paraguas con dedicación absoluta. La extensión de sus anhelos y frustraciones, agobiantes por el ritmo y energía, manipulan a un retoño desarmado por el amor filial. La fuerza de la actriz francesa es imponente, enfermiza y magnética, tan cautivadora como perversa, colosal en un papel que ha de compartir el éxtasis del deseo con la racionalidad del método para conseguirlo. Instaura la ambición personal, cegada por un altruismo malsano, en la educación de su cachorro. La niñez de Romain Gary (seudónimo de Roman Kacew o Katsev) trascurre golpeada por la inocencia del momento para el que comer margaritas es una prueba de amor.
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El ritmo esquizofrénico de enfrentarse a la vida transforma a Roman Kacew en marioneta de las aspiraciones maternas. Nina, como buena costurera de sombreros, quiere moldear un patrón de hijo a la medida dentro de un esquema perfeccionista y calculado; se convierte en la probeta de ensayo que ella mueve en su laboratorio mientras experimenta la simbiosis del chaval con la danza, el violín o la pintura. Lo cubre de razón patológica para respirar, deseo existencialista del triunfo, coraza de su inferioridad. Es absorbente en la carrera por modelar la descendencia perfecta, objeto de orgullo que deja al aire los flecos de inestabilidad emocional peligrosa. Es una leona que lucha por él, cuidadora de una individualidad eclipsada con su presencia. El protagonismo maternal que impone Promesa al amanecer hace de Roman un muñeco que no disfruta de su madre mientras la observa con un silencio respetuoso y dulce. La nieve blanda del invierno polaco siente la pisada agresiva de una sociedad que se aprovecha de las buenas personas como ella mientras vive una existencia dura construida sobre la ligereza de un castillo papirofléxico. |
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Los dos circulan de país en país, de experiencia en experiencia entre secuencias de tristeza, oportunidades perdidas, sueños sin conquistar, luchas personales y tortura. Roman se disfraza de modisto francés, Nina se cree descendiente de un pasado dinástico ruso, revela al niño proximidades falsas con su actor preferido. El amor de madre se vuelve traumático en un joven pendiente de alcanzar las metas que ella le había impuesto con cariño y entrega. La edad no impide la persecución sobreprotectora de su fantasma.
La dulzura se quiebra con los años, cuando Roman Kacew se convierte en Romain Gary ( Pierre Niney) después de un paso fracasado por el Ejército en el que no pudo hacer carrera. A pesar de tener una vida minada por la infidelidad, fue diplomático, gran novelista que no ocultó miedos inseparables a su fragilidad y aventurero arropado por la presencia de una madre impositiva. |
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La riqueza interpretativa de los protagonistas alimenta el entretenimiento de una película que no deja de sorprender aunque se haga excesivamente larga. Promesa al amanecer no escatima la tragedia, con pellizcos de comedia, sobre uno de los escritores franceses más famosos que no escapó al romanticismo del personaje aturdido por una progenitora enferma. Madre e hijo son los dos grandes personajes de una tragedia con nombres propios y actores notables. |
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Texto: www.photomusik.com
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