La ocultación gubernamental de datos, más allá de la vergüenza normalizada, nunca desemboca en resultados sorpresivos: se reparte entre la indignación ciudadana y las caras ojipláticas de los medios de comunicación. Cuando las filtraciones periodísticas sacan a la luz papeles clasificados, el lector participa de la incredulidad, el engaño y la curiosidad. El Pentágono se ha doctorado en estos juegos de guerra política al convertirse en creador y encubridor de información que el tiempo, el altruismo anónimo y el tesón noticiero han llevado al dominio público.
Steven Spielberg elabora una película urgente y actual, deseosa de sintonizar con el momento
anti-Trump que vivimos. El estreno en España coincide con la
investidura del cuadragésimo quinto presidente norteamericano: una casualidad que responde al gancho comercial. Su obra más reciente acerca al director comprometido, incapaz de hacer sombra al cáustico
Oliver Stone, y lo aleja de la comercialidad generada por Indiana Jones. El mago en conjugar solvencia con taquilla resuelve la ecuación
público-ganancias sin grandes formulaciones.