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Histórico

 


DEJEMOS QUE HABLE LA MUSICA
J. G.

(Madrid, España)
Ludwig van Beethoven

Mientras me dirigía a casa, intenté buscar la frase con la que comenzar este escrito sin caer en la autocomplacencia. Tampoco en el elogio gratuito.

He tenido el privilegio de escuchar a Daniel Barenboim dirigiendo la música de Beethoven bajo el cielo ya nocturno de la Plaza Mayor de Madrid. Un marco inusual para la música clásica. Se trataba de la "Heroica", tercera sinfonía del genio germano. Ha sido un experiencia única: un talento musical dando cuerpo al trabajo de otro talento. La fuerza que tiene la composición beethoveniana se hizo patente desde el primer movimiento de la batuta de Barenboim. Había oído hablar de él, pero nunca le había visto dirigir: observarle es descubrir todo el potencial de la expresividad humana. Desde el comienzo fui testigo de una lucha constante entre los gestos del director, que daban cuerpo a las notas musicales, y la fuerza de la composición de Ludwig.

La viveza del Allegro con brio, donde el poder de los violines desfiló saltarín, se contrapuso con la soledad de la Marcha fúnebre. Tras escuchar estos movimientos, descubres que existe un nexo entre ambas partes musicales: la grandiosidad. ¿Quién se encontraba en el escenario: la dirección de Barenboim o la obra de Beethoven?... Ver a Barenboim es toparse con la plasticidad musical. El director argentino, hijo de padres de ascendencia judío-rusa, es pura energía: el movimiento de sus manos, de su cabeza, observar con que delicadeza y contundencia dirige a sus músicos...

Hay todo un lenguaje expresivo en el ritmo de su dirección. La batuta de Barenboim mecía a los 86 instrumentistas que formaban la Orquesta de la Staatskapelle Berlin en los momentos oscuros de la obra, y fustigaba con furia en lo álgido de la batalla, todo era complicidad. Todo. Se produce un diálogo entre su forma de dirigir y la musicalidad de los instrumentos. Mima a cada instrumento.

Los buenos entendidos en música clásica dicen que, para apreciar una composición en su totalidad, hay que escucharla con los ojos cerrados. Yo creo, como alguien que está aprendiendo a paladear el sabor de los clásicos musicales, que, para entender mejor a Barenboim, hay que prestar gran atención a su lenguaje gestual.

Los cambios de ritmo que se producen en la "Heroica" no te cogen por sorpresa. Los gestos de Barenboim hacen adivinar el siguiente ritmo. La Plaza Mayor se encontraba abarrotada para escuchar esta pieza de música clásica, y sobre todo, para ver a Barenboim. Detrás de este nombre palpita todo un trasfondo político presente ahora más que nunca.

...

El 24 de julio de 2001, la Comisión de Educación y Cultura del Parlamento israelí pidió que se prohibiera a Daniel Barenboim presentarse en Israel hasta que el afamado director de orquesta argentino se disculpara por haber ejecutado piezas del compositor preferido de Adolfo Hitler, Richard Wagner, en un acto cultural de este país. Se le declaró persona no grata.
Barenboim, quien creció en Israel, desafió un boicot informal sobre la música de Wagner al dirigir, el día 7 del mismo mes, la obertura de "Tristán e Isolda" en el Festival de Israel, y desencadenó un agudo debate entre la audiencia y los indignados sobrevivientes del Holocausto.

...

Había mucha gente joven en este concierto; aún se piensa que la música clásica no es un territorio juvenil ¿? Buena nota deberían de tomar las autoridades culturales para promocionar más este tipo de actividades. La música es un bien que nos pertenece a todos y todos tenemos derecho no sólo a conocerla a través de conciertos como éste, sino a disfrutar de ella. Es hora de acabar con el sentido elitista de la música clásica, esta idea pertenece ya a las sociedades burguesas de siglos anteriores. Lo que hoy todavía es privilegio de unos pocos, debe convertirse en necesidad cultural generalizada. A un pueblo se le mide por la cultura de sus ciudadanos y la música forma parte de esa identidad cultural.

El causante del poco arraigo que la música clásica tiene entre la gente reside en que disfrutar de una de estas obras en un auditorio resulta prohibitivo para una economía normal. Los altos precios y los escasos conciertos gratuitos, la mínima promoción que se hace de estos acontecimientos, no favorece en nada su difusión generalizada.

La gente tiene hambre de cultura musical.

Antes de que la obra comenzara, se escucharon gritos entre el público.

- "¡Viva Palestina!".

Algunas cabezas se giraron, silencio sepulcral.

No faltó el olor a bocadillo de calamares fritos, la hora lo requería: había público esperando desde las siete de la tarde y el concierto comenzó a las diez y media. El hecho de realizarse al aire libre le daba ese sentido campestre. De vez en cuando alguien se levantaba de su sillas y, con cara expectante, miraba hacia la primera fila. Los famosos de la política, el entertainment, el deporte o de la pasarela tenían un lugar reservado. Es la pincelada divertida con olor a prensa rosa del acontecimiento.

Las "cabezas pensantes" de la Administración tienen la obligación de ponerse a trabajar en serio ante esta respuesta popular masiva. La música clásica no está tan olvidada entre la gente de a pie como se cree. Claro que el buen tiempo acompañó y la causa... creo que también. Concierto de solidaridad por las víctimas del 11-M. Siempre habrá opiniones para todos los gustos. Si hay que colgar medallas a alguien es a Beethoven por su "Heroica" y a Barenboim por su dirección.

Los aires de composición imperial se sienten desde el comienzo de la sinfonía. De hecho, en un principio, Beethoven se la dedicó a Napoleón Bonaparte, personaje admirado por él. La tituló sencillamente "Bonaparte". Beethoven admiraba la revolución francesa, ya que significaba el levantamiento del pueblo francés contra la tiranía que había en el poder. Consideraba a Napoleón como "héroe" de esta revolución. Sin embargo, cuando este militar se autoproclamó emperador, el mito que Beethoven veía en Napoleón se derrumbó. Beethoven, furioso, rompió su dedicatoria y llamó a esta sinfonía la "Heroica".

La música habló durante una hora en la Plaza Mayor de Madrid y su bullicio cotidiano se hizo silencio.



J. G.

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