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RUMBOS CONTRARIADOS DE LO EMOCIONAL
Película "La ceniza es el blanco más puro"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha técnica |
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Entrevista al director |
Entrevista al actor principal |
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Entrevista a la actriz principal |
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El cine chino no deja de sorprender por su adopción metafórica de la sociedad, gracias a la contemplación meditativa del momento que brindan Kore-Eda o Naomi Kawase. Jia Zhangke no es ni uno ni otro, propietario de zonas grises en Un toque de violencia y esa recapitulación nostálgica que no abandona el optimismo en Más allá de las montañas. Es el iconoclasta más preocupado en crear momentos de provocación y belleza cinematográficos únicos que hacen de la melancolía compañera del surrealismo desfasado. Vuelve a la carga con golpes de frialdad, cariño y ensañamiento; sus imágenes suscitan elementos inquietantes rendidos al poder de mafias locales que degradan el valor ético de la tradición oriental. Los cambios socio-económicos de la China oscura enfrentándose al gigante emergente alcanzan el clímax de la violencia pistolera. |
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La narración despliega su coraza hermética entre hálitos de severidad cotidiana. La crueldad se ciñe al momento como roca monolítica de un guion frío, desconocedor del perdón. El tiempo pasa con dureza, la piel se arruga y el protagonismo de la joven Qiao (Tao Zhao), movida por la contención trágica y esperanzada, se curte en el abandono expandido sobre saltos espacio-temporales. El rechazo es el vínculo emocional que la une a Bin (Fan Liao): inmisericorde, repulsivo, prepotente. La soledad y el repudio se abren paso enemistados con el perdón, entre hachazos de locura forajida; la corrupción moral se convierte en batuta dictatorial del desarrollismo chino disfrutado por unos pocos. La ceniza es el blanco más puro emerge como tragedia melodramática sobre la decepción humana. El gigante amarillo despierta a machetazo imponiendo la ley del más fuerte. El peso de la música y la desconfianza en las miradas acompañan un funeral permanente. El tejido industrial fenece ante la espera de un especulador que resucite su potencial escaso trasformado en granjas de explotación obrera. Los karaokes se convierten en el estercolero de la ética con luz de discoteca que Occidente tildaría de explotación sexual. |
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El amor y el encarcelamiento sobreviven regados por la viveza de estafas callejeras. Las bandas rivales se disputan el gobierno de una generación. El asesinato como arma generalizada para escalar peldaños entre los clanes familiares, la fragmentación y la venganza componen una fotografía oscura. Eric Gautier, conocido por rodar con Olivier Assayas, Walter Salles y Léos Carax, entre otros, complementa el texto con planos directos de dolor duro, reafirmante en la brutalidad cotidiana. |
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La clase dominante en La ceniza es el blanco más puro se llama poder; el ser humano actúa como marioneta movida por estos intereses, entre pavesas.
La película de Jia Zhangke es ambiciosa en una duración que excede las dos horas, enemiga de la trama sencilla, orgánica gracias a la cadena de encuadres magistrales que no disipan una monotonía descriptiva ¿acaso intencionada? La incomodidad causada obliga a repensarla aunque no guste. |
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