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CINE Y ESPECTÁCULOS
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PUÑETAZO DESCARADO A LO EMOCIONAL
Película Estaba en casa, pero...


J. G.
(Madrid, España)

Estaba en casa, pero...
Ficha Técnica Video Entrevista al director    
El inicio paisista de un metraje desconcertante compone una paleta de motivos campestres que recuerdan, por asociación memorística, a La caza, de Carlos Saura. La persecución de un perro a una liebre lanza un aire campestre relajado. La aparición de un burro dispara la influencia de Roy Andersson y su filosofía metódica. El movimiento juega con la pausa, la serenidad asnal contempla el mundo tras una ventana, como la paloma del director sueco que se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia. El vacío respira reposo ecológico con la ausencia del ser humano. La Naturaleza sin conflicto llama a la interpretación imaginativa. La inmersión de un silencio sepulcral, el espejismo de una Caperucita Roja meditando nadie sabe qué arrancan el simbolismo a una espera callada. El plano fijo y la economía actoral se rompen cuando un fantasma adolescente, salido de la maleza, irrumpe como un sonámbulo de pasarela. Es una mancha que corta el vacío reinante; una gota sucia de vida. La inmovilidad pasmosa de presencias monolíticas sostiene interpretaciones teatrales. Su minimalismo visual hace que la sustancia humana desparece en favor del poder situacional. El arranque críptico que Angela Schanelec propone mezcla hipnosis y repulsión con dejadez dialogante y arrebatos maternos de ira injustificada. El cine absurdo es una piedra que se atraganta fácilmente mientras el desconcierto se abre paso gracias a las disfunciones sicológicas de una madre desconcertada. Estaba en casa, pero... se basa en el trauma de una mujer perdida en la catástrofe; es tan oscura que su contemplación agota.
 
El burro contemplativo de 'Estaba en casa, pero...'  
Un Hamlet especial tiene espacio en el largometraje de Angela Schanelec
Las imágenes construyen secuencias rotas que respiran anarquía con un hilo conductor escondido en el laberinto de lo experimental. Astrid, inestable desde su proteccionismo maternal del comienzo, es el desequilibrio que desprecia a los hijos, el retrato de la confusión personal. ¿Debilidad? La familia flota en la desestructuración por su egoísmo individual como centro de una relación desangelada. Los desajustes convivientes despiertan su lado insoportable. Las disertaciones lanzadas al Jorge (el cineasta serbio Dane Komlje) hilan un discursos válido como intervalo denso de erudición teórica. La muerte afianza la falta de afectividad. El discurso está lleno de lecturas dobles que encierran el peligro de disfrutar un mundo opaco o acabar vomitando cerrazón y egoísmo. La trama cinematográfica añade fragmentos de ensayo colegial protegidos por la aparición de Hamlet. La descripción de la muerte de Ofelia aligera el peso de una narración fatigosa. La representación actualizada de la obra shakespeariana es la culminación de la muerte romántica.
Recuerdo a Ofelia de William Shakespeare  
Astrid (Maren Eggert) junto a Jorge (el realizador serbio Dane Komljen)

Los personajes sacuden el polvo despacio; atraen la atención con el silencio de una presencia que pronto se revela desatendida. El cansancio ahoga la escenificación de unas vidas pasajeras. La directora alemana, emparentada con la Escuela de Berlín, es una cineasta más indagadora que epidérmica; hace poesía abstracta que no envidia a la metafísica áspera. La intriga toma el pelo al espectador que este termina por odiar un largometraje surrealista. La banda sonora reducida sobresale como lo mejor de una película para minorías. Let’s Dance, de David Bowie o Moon River, musicada por Henry Mancici, hacen que brille con proporciones restringidas.

Astrid  
Los hermanos Flo (Clara Möller) y Phillip (Jakob Lassalle)

Estaba en casa, pero... es un reto para el público perezoso obligado a aportar un diagnóstico rápido que ilumine los problemas emocionales de una protagonista que no sabe cómo superarlos. Es una película arriesgada que se aleja de la descalificación por su carácter de cubismo interpretativo.

J. G.


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