Quien
diría a comienzos de 1980 que
Cacumen, un quinteto formado por dos
jóvenes alemanes llamados Claus Lessman
y Hans Ziller, se convertiría
en una de la mejores bandas que ha dado
el metal: Bonfire. Para ello basta reseñar
"Donīt touch the Light" 1986,
"Fireworks" 1988 o "Point
Black" 1989, los tres trabajos
fueron grabados bajo RCA. En 2006 siguen
fabricando interesantes melodías.
Dos
grandes de la escena Hard teutona, y
europea, embellecieron los baffles de
la sala Caracol en un concierto no apto
para enfermos del corazón.
Shylock, banda de Hard rock alemán,
fue la encargada de calentar motores.
El vacío que en un principio
presentaba la sala, y la escasa complicidad
del público congregado, fue desapareciendo
gracias al saber hacer de su vocalista,
Matthias Schenk. No dejaba de invitar
a la gente a que se acercase a él
para sentirse algo arropado en un recinto
demasiado tranquilo para su música.
No mordía. El concierto comenzó
con "Welcome To Illusion",
canción que da título
a su tercer y último álbum,
junto a algún tema que formará
parte de su próximo trabajo.
En casi una hora de repertorio hicieron
un repaso por su discografía
más reciente. El sonido no fue
lo más elaborado. La energía
y entrega que Schenk y los suyos mostraron,
su actuación en el escenario,
sí. Cuanto menos, Shylock se
presentó como una banda interesante
que puede dar que hablar.
Es de agradecer el gesto de Matthias
Schenk y su grupo a la hora de mezclarse
entre el público una vez finalizada
su actuación.
Es el lado humano de los iconos musicales.
Gracias de nuevo.
Abrir
un concierto de Bonfire exige responsabilidad
y dejar el pabellón bien alto.
Los juegos de luces brillaron por su
ausencia. Una lástima que a los
teloneros no se les mime tanto como
a los grandes, cuando son ellos los
encargados de preparar el ambiente de
un concierto y sobre quienes se vierten
las primeras críticas:
"La Statocaster suena baja, bueno..
hay acoples de micro", etc,
cosa más permisiva con el grupo
principal, normalmente. ¿Embrutecimiento
de masas o mentalidad fetichista?.
Se
apagan las luces de la sala, se ilumina
el escenario, suena la intro que abre
su nuevo disco y Bonfire iluminan el escenario.
Clamor de masas. La gente se abalanza
sobre el escenario, el espectáculo
está servido. Su puntualidad
extrema, algo nada usual, fue de agradecer.
La media entrada que se registraba hasta
el momento todavía estaba caliente
tras la descarga metálica de
Shylock. Con Bonfire los huecos de la
sala se fueron ocupado hasta quedar
totalmente abarrotada. La expectación
era grande habida cuenta de que el público
del Hard rock es fiel seguidor de sus
bandas y sus letras, y también
es el crítico más demoledor
que un grupo de música tiene.
Público exigente que demanda
lo que paga. Un sobresaliente por ellos.
Otro sobresaliente por la sala y el
apoyo al metal. Suena "Day 911"
con melodías pegadizas, solos
de guitarra bien trabajados y letras
fáciles de seguir. Desde la primera
canción se habían ganado
al público.
Este
concierto se enmarca dentro de su gira
actual presentando "Double X",
el último trabajo. Dicha gira,
"Double Tenth Anniversary World
Tour 2006", sirve para celebrar
sus veinte años en la música,
desde el lanzamiento de "Donīt
touch the Light". No se olvidaron
de temas como "Tony´s
Roulette" (según ellos,
ésta es la primera gira en la
que lo interpretan), "Under
a Blue Sky" o "American
Nights".
El
grupo se mostró en todo momento
como una unidad compacta, fiel estandarte
del Hard rock, donde no se puede olvidar
la labor de Claus Lessmann a las voces
y algunos toques de guitarra. Había
algo que de verdad superaba lo descrito
hasta ahora: la entrega, casi demoníaca,
del batería Dominic Huelhorst.
Lástima que estuviera al fondo
del escenario, donde siempre sitúan
a los baterías, en segundo plano.
Sin él, Bonfire no hubiera sonado
a Hard rock, sólo a música
light. Las baquetas entre sus dedos
eran como palillos de plastilina. Parecía
un prestidigitador, ademas de manejarlas
con maestría, se divertía.
Este alumno aventajado de Carl Palmer
se marcó un solo increíble.
Eso hace grande a un músico:
que su trabajo no parezca sólo
trabajo, sino que se convierta en diversión.
Y que haga gozar a los demás.
Aquí me quito el sombrero.
El
ritmo agotador del concierto exigía
un breve descanso y Claus, entre canción
y canción, mostraba su emoción
al ver la buena acogida del público
madrileño. Se le veía
un poco fondón, ya entrado en
años, siempre arropado por la
juventud que despide su música.
Bonfire son un clásico de la
escena Hard, tienen sus años;
es lo que se han ganado: solera. El
momento álgido del concierto
fue la interpretación de "Proud
Of My Country" y el más
anecdótico cuando en "Sweet
Obssesion" Claus abandonó
el escenario para recorrer micrófono
en mano toda la sala cantando dicho
tema. El Hard rock de Bonfire se paseó
por el cielo de Madrid. La ovación
del público durante todo el concierto
suplió el merecido paseíllo
del torero.
Si hay algo que distingue a la sala
Caracol es su apuesta por el Hard rock.
Los adictos a esta música lo
saben. Caracol, a pesar de sus cierres,
clausuras y persecuciones por intereses
políticos, se ha llegado a convertir
en templo del Metal. En muchas ocasiones,
escenario para minorías selectas.
La promotora Matarile también
se caracteriza por traer a lo mejor
de la escena rock, tanto nacional como
internacional. Que siga así,
no hay que bajar la guardia ante las
músicas comerciales que están
invadiendo los medios de comunicación.
El Hard rock tiene mucha clase, lo saben
pocos, sólo sus seguidores. Ojalá
que programadores y promotores no cejen
en el empeño de acercarnos estos
grupos y descubrirnos otros que están
emergiendo. Bonfire, a pesar de sus
años, es un buen ejemplo de esta
elegancia.