Yo
pensaba que eso de las categorías
sociales ya había desaparecido
en nuestra sociedad global y plural
del siglo veintiuno. Repito, del
siglo veintiuno, como a tantos
políticos les gusta decir. Deduzco
que estas tres palabras implican avance,
además de tecnológico,
social.
Madrid acaba de celebrar la fiestas
de su patrón San Isidro, un hombre
del pueblo. Las autoridades madrileñas
las han aprovechado, con su ostentación,
para demostrarnos que la desigualdad
de clases aún se cotiza. Ellas
son las encargadas de alimentarla en
sus actos públicos. Nos lo recuerdan
con descaro y frivolidad.
San Isidro fue un plebeyo, nada que
ver con los políticos que, llegada
la fecha, le veneran. En el fondo se
veneran a sí mismos, lo demás
es propaganda electoral. Una campaña
de imagen. En las fiestas de este año
se ha pisoteado su espíritu con
Händel como música de fondo.
Escenario: estanque del Parque
del Retiro. Protagonistas:
"Música para los Reales Fuegos Artificiales"
y el pueblo de Madrid. Figurantes:
Alicia Moreno (concejala de Cultura)
y Ruiz Gallardón (alcalde de
Madrid). El concierto estaba organizado,
en teoría, para todos. Algunos
disfrutaron de él, incluso en
zona reservada, otros nos sonrojamos
de vergüenza y una inmensa mayoría
tuvo que aguantar con verticalidad militar
y vista al frente. Los madrileños
dieron otra lección de educación
a Gallardón y Cia.
Es
una vergüenza que en los espectáculos
públicos, como éste, siga
existiendo la cultura de zonas. Las
localidades estaban divididas en zona
exclusiva reservada y zona
del montón. Ni los
coches en los aparcamientos sufren tanta
discriminación. Así es
como la clase gobernante recompensa
a unos ciudadanos que se encargan de
dar vida a Madrid con su dinamismo.
La zona de asientos no reservados
se fue llenando lenta pero progresivamente.
Los asientos delanteros con
reserva permanecían
vacíos ante los ojos atónitos
de los menos afortunados. Todo musicado
con las frases aprendidas de unas minúsculas
azafatas. Mientras las protestas de
la gente iban en aumento, los coordinadores
(del Ayuntamiento de Madrid) y la concejala
de Cultura se dedicaban a colocar a
los amiguetes en sus sitios reservados.
Alicia Moreno se deshacía en
regalar besos como cheques sin fondos
entre los invitados: famoseo y el amigo
del primo del sobrino del concejal.
Los espectáculos públicos
también tienen clientela
VIP. Alicia se siente feliz
en su propio País de las Maravillas.
El pueblo no era su invitado.
El
pueblo seguía aguantando a pie
de escalera con un par de buena razones
para romper esa armonía prepotente.
La organización del protocolo
se estaba desorganizando. Las azafatas
fueron sustituidas por policías
de walky talky y escoltas vestidos de
funcionario. Los municipales no dejaba
de patrullar entre los que pudimos sentarnos.
Quienes estábamos situados en
la zona del populacho tuvimos que tragarnos
el constante transitar de la policía
entre nota y nota de Händel. Aunque
ya era de noche, y todo estaba oscuro,
no dejaban de oler a policía.
Pusieron vallas para impedir que la
gente hiciera uso de su derecho a ocupar
el espacio público. Perdón,
los asientos reservados. ¿Por
qué?. ¿Para proteger a
un grupillo?... No sabía que
los privilegiados tenían tanto
miedo a la sumisa plebe. Disfrutamos
del espectáculo encerrados en
una cárcel sin rejas, pero con
carceleros, bajo el cielo de Madrid.
Si Sabina hubiese asistido al concierto,
ya habría compuesto una canción
sobre este incidente para su próximo
disco.
Si
la concejala Moreno quiere hacer una
fiesta particular con sus amigos que
la haga en su casa, pero que no invada
el suelo de todos con semejante atropello.
Somos demasiado pacientes. Este es el
aprecio que Alicia Espert muestra por
el público madrileño:
su falta de consideración. No
supo dar la cara. Igual sólo
sabe pedir disculpas a su superiores,
ante quienes no puede levantar la voz.
Estamos hablando de un espectáculo
público realizado con el dinero
de todos que prima a unos pocos. Y así,
cada día. Les estábamos
guardando el sitio. Estos responsables
políticos utilizan nuestra sumisión,
y su prepotencia, para educarnos en
el conformismo.
¡Ni un espacio reservado en un
espectáculo público!.
¿Qué
derechos tienen unos pocos amiguetes,
gente guapa y demás tropa ambulante
con denominación de origen sobre
el resto de los ciudadanos?. El apellido,
la urbanización donde viven,
los ceros de su nómina... Entre
felicitaciones y abrazos se hacía
extraño ver el semblante de Gallardón
en el parque del Retiro junto a tanto
árbol. He oído que sabe
mucho de urbanismo, pero ha leído
poco sobre cómo cuidar a sus
vecinos.
No se le pueden pedir peras al olmo,
aunque muchos ya estamos hartos de sufrir
las chapuzas de estos políticos
oportunistas. Los chapuceros siempre
serán chapuceros... y Händel,
siempre será un maestro.