Cuando la controversia de psiquiátrico, la diversidad de opiniones bíblicas, la interpretación pictórica abstracta dirigen el interés de una película, las cosas no funcionan bien dentro de su engranaje. Darren Aronofsky se ha labrado el prestigio suficiente para que estas cosas le resbalen. El gusto estético revolotea caótico, y barroco, en su película más reciente. El cúmulo de retortijones mentales que desbordan la mente del espectador que no se deja arrastrar por el reparto estelar produce un dolor de cabeza agotador.
Su nuevo largometraje, en un alarde de compulsión religioso-cinematográfica (Eva,
Adán,
Polanski, Jesucristo) produce, a parte de la mencionada cefalea, malhumor, hartazgo de imágenes retorcidas tendentes al nerviosismo y hecatombe mental: proyectan aburrimiento terrenal disfrazado de providencia celestial. Creadora de una polémica de autoescuela, improductiva y divertida,
‹‹Madre!›› escupe entusiasmo por el caos entre lo terrenal y lo divino, mezcla la locura del ambiente mundano con el frenesí orgiástico del simbolismo místico.
Este maldito y celestial Jardín de
El Bosco se erige como edén de las delicias putrefactas que rodean al hombre y sobre las que su espíritu carnal se regocija. Lo absurdo sustenta la piedra angular de un metraje dilatado en su semblanza infernal.