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QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ
Película Gracias a Dios


J. G.
(Madrid, España)

Gracias a Dios
Ficha Técnica Video Entrevista a François Ozon, director
Entrevista a Melvil Poupaud, actor Entrevista a Denis Mènochet, actor Entrevista a Swanne Arlaud, actor  
La Iglesia tiene un problema que supera el campo gramatical con el verbo tocar y su forma reflexiva aplicada al cuerpo humano: tocarse. Mientras que la primera acepción alcanza el cielo, la segunda enlaza con lo impúdico. El roce onanista destinado al disfrute personal lo interpreta como aberración pero nada dice en lo que afecta a tocamientos entre dos o más personas de puertas para adentro. Va de retro satana. Del juego diabólico entre acosador voraz y sometido indefenso que le salpica.
La moral de la Iglesia tiene tanto de cínica como de hipócrita. Antes de que el espectador vea Gracias a Dios debe clarificar la frontera entre los conceptos de pederastia y pedofilia. La reflexión no es gratuita: sirva como nota aclaratoria para la traducción mal equiparada de los subtítulos. Su diferenciación abre puertas y desenmascara actitudes; más cuando, como François Ozon refleja, trasciende del ámbito privado para convertirse en fenómeno social. El realizador francés muestra que si la austeridad de una sotana se convierte en sujeto, la conjugación en pasiva pasa a forma activa y reincidente. La violación de la intimidad conduce a un reflejo antinatural de las pasiones mientras el manto eclesiástico condena las relaciones viciadas sin depurar responsabilidades cuando se producen en su seno.
 
Melvil Poupaud es Alexandre Guérin  
Gracias a Dios
El manoseador, una vez localizado, se acoge a la indulgencia de la misericordia, tras pasarse por el forro los sentimientos de su víctima. El abuso sexual sobre los niños por parte de la curia siempre ha estado ahí hasta que su aparición descubre fósiles prehistóricos. El chileno Pablo Larraín revivió los espectros del ayer en un caso similar con El club.
Cuando se descubre el pastel, las secuelas crecen como espinillas sobre el afectado. La inquietud se tiñe de preocupación con Alexandre Guérin, inmerso en la responsabilidad paterna, preguntándose si el daño recibido puede afectar a su familia. Lejos de buscar el castigo, pide que las explicaciones del responsable condenen su comportamiento con la misma contundencia que cuando era explorador del cuerpo infantil. Bernard Preynat, arzobispo de la diócesis de Lyon, con su culpabilidad incuestionable, apela a la benevolencia que concede el tiempo transcurrido que, gracias a dios, no lo ha castigado. La mirada novedosa de François Ozon enseña una cara de la violencia con hábito que se encomienda a la piedad del altísimo antes que pedir perdón a los afectados. Ozon comienza a urdir una tela de araña expandible hasta el papa Francisco. Se hecha de menos como si permaneciese al margen de la polémica o se limitara a estar informado por la sinceridad de sus hijos. Las jugadas de maestría siniestra cubren un tablero donde los peones tiene tanto poder como el rey.
Alex (izda), François Debord (Denis Ménochet) en el centro y Gilles Perret (Éric Caravaca) a la dcha  
Gracias a Dios
Las imágenes se suceden con intercambios de correos electrónicos y dominio del mensaje hablado; El instante combina etapas sin abusar de la explicitud visual. Las tragedias salen a la luz despacio. El presente se refiere a la dureza y contención del pretérito. Cada una las historias personales pesan más que el daño global. El debate y el diálogo abren sus puertas de manera directa y oficial.
La fotografía austera es la tónica de una película fría y conturbadora que se implica en la denuncia sin estallidos de energía pasional. El segmento religioso francés, recordando las acusaciones de la Iglesia vertidas contra Pasolini en la Mostra de Venedia de 1964 por El Evangelio según San Mateo, ha sido la parte reaccionaria encargada de publicitar la polémica con una sinceridad desconocida en sus atropellos. Ozon se adentra en los hilos oscuros que gobiernan la política vaticana. La fragilidad del hombre varonil disfrazada de cura queda al aire, crucificada sobre el estandarte con el que esconde las vergüenzas que los hábitos ocultan. Gracias a Dios tiene un pecado imperdonable que se está convirtiendo en generalización enfermiza: su duración. La interpretación de la clemencia, la necesidad por conocer el pasado, el reconocimiento de la culpa con matices, la doble cara de Bernard Preynat, el peso de la conciencia y la impunidad del ultraje detonan una búsqueda necesaria. La manipulación del lenguaje adultera un comportamiento agresivo que la infancia se ha tragado a la fuerza. No sólo vale declararse amante pedófilo culpable, también hay que apechugar con sus consecuencias.
Emmanuel Thomassin (Swann Arlaud)  
La mano negra de 'Gracias a Dios'

Las reglas jurídicas permiten la prescripción del delito y engordan el poder del ocultamiento. Los caminos de la política religiosa para acallar los errores que nunca se atreve a confesar son pedregosos.Gracias a Dios habla de excesos contra la puericia, de la complicidad del silencio familiar, de esa impunidad consagrada que la Iglesia disfruta. Gracias a dios, incidentes como el de Preynat salen a la luz para destapar los juegos sucios de una Iglesia pecadora. ¿O debería decir afortunadamente?

J. G.


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