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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


YO, KEN LOACH
El director británico Ken Loach mantiene un encuentro con el público en la Academia de Cine


J. G.
(Madrid, España)

Ken Loach
   
Ken Loach es el padre del cine social que inventa personajes con los que resulta imposible no empatizar. Su acercamiento en público es un privilegio pocas veces alcanzable; escucharlo en directo, participar de una lucidez que no se muerde la lengua con nada ni nadie.
En la Academia de Cine se mascaba el colorido honorífico, casi de celebración, que envuelve a su última película, “Yo, Daniel Blake”, nominada como Mejor Película Europea. Este aire pseudo festivo no quitó la magia de una personalidad cautivadora que envolvió un encuentro amistoso.
En la antesala de los Goya 2017, los agraciados que mantuvieron este encuentro alejado del formalismo periodístico observaron cómo genialidad no está reñida con una sencillez mayúscula que pone los pelos de punta. Más que un placer, fue todo un privilegio.
 
El padre de “La canción de Carla”, “Sweet Sixteen” o “En un mundo libre”, y asiduo colaborador de Paul Laverty, sigue siendo el abanderado del realismo militante con la esperanza de que un cambio es posible, opuesto a los eslóganes propagandísticos. El cine de Ken Loach incendia la sangre destripando la cara oculta de la realidad; destapa las injusticias normalizadas; sonroja rostros complacientes y embiste contra las políticas del Neoliberalismo.
Sus palabras pronosticaron la existencia de fuerzas emergentes en el seno de una sociedad dividida entre empresarios y clase trabajadora. La protesta se trasforma en bastión moral de una lucha constante. El compromiso crítico dibuja un conflicto de inestabilidad interminable que alimenta el avance de un mundo descompensado. Los líderes de la lucha obrera no han entendido la lucha política, llevando a la izquierda a un callejón sin salida. Ken Loach, para quien la Historia no ha acabado porque es algo dinámico, arremetió contra el liberalismo de Toni Blair y Gordon Brown que votaron a favor de la privatización, creando desigualdades. Su cine es descentralizador y de consumo universal.
La amabilidad de la crítica británica desapareció cuando “El viento que agita la cebada”, su primera Palma de Oro, abordó la guerra de independencia en Irlanda, tachando al cineasta de Nuneaton de ser más propagandista que Leni Riefenstahl. El tema de la guerra fue abordado con anterioridad en “Tierra y Libertad”, guardando el recuerdo entrañable de los trabajadores españoles. Su estancia en Barcelona, acosada por el temor inicial del silencio ciudadano sobre la Guerra Civil, descubrió todo lo contrario en el deseo abierto del pueblo por hablar sobre ello. Algo tan emocionante como inesperado. Atacó las actuales tropelías de Donald Trump desde el respeto que se merecen las personas inconscientes: desde la crítica al uso de mano de obra barata mejicana para engordar los capitales privados hasta los atajos populistas que el racismo despierta. Sin olvidar a Margaret Thatcher ni a Ronald Reagan, emparentados con el presidente norteamericano en cuanto a la capitalización del mundo.
“Las políticas de Trump son aberrantes.”

El heredero del realismo social británico es humano, directo y cercano, despojado de la farándula que rodea al mundo del espectáculo. Un personaje cáustico que escarba en el drama diario con la facilidad de la mirada cercana. Entiende la puesta en escena como una de las partes más interesantes del cine; un hijo al que hay que cuidar desde la idea preconcebida para evitar sobresaltos innecesarios.
Para lograr esa simbiosis perfecta entre concepto e imagen, el binomio Loach-Laverty valora la trascendencia del guión sin eliminar la creatividad que emerja de lo espontáneo. “Lo más importante que tiene un director es el instinto del actor.”
Bajo el temor de que el brexit pueda espantar a los inversores extranjeros del cine británico, las palabras de Ken Loach, dentro de su optimismo realista, dejan la esperanza de que podemos ser una voz dentro de un gran coro.

J. G.


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